El entrenamiento de animales exige el conocimiento en el arte de la
observación, el autocontrol y la asimilación correcta de las propias
emociones, si lo que deseamos es el bienestar y un aprendizaje adecuado
del animal.
La expresión "querer es poder" puede tener una serie de consecuencias que debemos asumir, pero sobretodo, analizar.
Hay
que recordar algo indispensable para cualquier persona a la que le
gusten o quiera ayudar a los animales en general: no dar por hecho que
amarlos (a los animales) significa que sepamos cómo darles lo que
necesitan o podamos hacerlo en cualquier circunstancia.
El
estudio previo de la especie, la observación del individuo y la
planificación flexible hasta llegar a nuestro objetivo, nada tienen que
ver con la "destreza" en movimientos y la actitud del entrenador, y sin
embargo, todo en su conjunto es lo que le da sentido y eficacia al
entrenamiento.
Además, nunca debemos olvidar que nuestras
expectativas deben estar acordes a la realidad para poder así evitar
frustraciones y, por consiguiente, experiencias negativas para el
animal.
Por otra parte, los conocimientos que tenemos sobre otras
especies que con regularidad entrenamos o a las cuales estamos más
acostumbrados, nos dan cierta ventaja en el punto de actuación, pero es
también una gran desventaja si lo que hacemos es trasladar paso por paso
ese conocimiento, sin recordar en todo momento que el individuo que
tenemos delante nada tiene que ver con el que estamos acostumbrados a
tratar. Es algo así como cuando quieren enseñarte a conducir y ya habías
conducido antes...algunas "manías" son difíciles de eliminar.
Si
nos paramos a pensar y no vamos "a lo loco", atendiendo a las reacciones
del individuo, atendiendo a nuestras reacciones y, sobretodo, siendo
pacientes, adaptándonos al ritmo que el animal necesita, conseguimos
hacer un buen trabajo sin errar innecesariamente con todo lo que eso
implica. Parece fácil, pero no lo es.
Pero, ¿en qué nos ayuda trabajar con animales con los que puede ser que no volvamos a trabajar nunca?
Fácilmente,
caemos en una especie de mecanización en los procesos que nos llevan a
valorar y entrenar a una especie concreta, ya que es lo que "nos va
bien" y a lo que nos acomodamos, aunque esto no signifique que seamos
malos entrenadores o valoremos de forma incorrecta. Simplemente, es que
no lo hacemos de otra manera, y eso nos impide mejorar.
El trabajo
con otras especies nos permite "cambiar de canal" y nos abre nuevas y
valiosas posibilidades donde podemos encontrar herramientas muy útiles
que antes no habíamos utilizado debido a no encontrarnos en situaciones
que las requiriesen.